Pobre hombre: es el “amo de casa”
La sociedad pone en entredicho la masculinidad de los hombres que deciden tomar este rol y hasta cuestiona su libertad de decisión. Aunque el ser “ama de casa” tampoco es visto como un trabajo, pues se considera una tarea “natural” al género femenino.
A Francisco López, un ejecutivo de banco de 43 años, lo despidieron el día en el que lo ascendían a gerente. Al no conseguir un nuevo empleo, su esposa Mariana tomó las riendas del hogar y esto lo llevó a convertirse en “amo de casa”, a cargo de los oficios domésticos, de tres hijos, dos adolescentes y una pequeña genio, y un perro, y a compartir su vida diaria con otras amas de casa, mujeres, vecinas de su edificio, sorteando cada día situaciones a las que, por lo general, no se enfrentan los hombres.
Esta es la trama central de “Amo de casa” una comedia colombiana, trasmitida en televisión en 2013 y que ocupó primeros lugares de sintonía. Pero esta historia de un hombre que debe quedarse en casa a realizar labores domésticas no pasó de ser más que un guion de comedia. Y en efecto, bastante sorna genera la idea de “amo de casa”.
Para muchos la “hombría” se va por la tubería si se paran en frente del lavaplatos. Otros preferirían “morir” antes de ser sorprendidos cambiando pañales.
Y no se trata solo de los hombres. Hay una percepción generalizada de que el hombre que trabaja en casa en labores domésticas es “menos hombre” por esta razón y se cuestiona su masculinidad, su autoridad y hasta su libertad de decisión. “Es que la mujer lo manda” dicen muchos de forma coloquial.
Ser un amo de casa es razón para que se ponga en entredicho la masculinidad, pues de manera errada la sociedad ha asumido que estas son labores que, de forma natural, deben realizar las mujeres. Sin embargo, es solo el resultado de una larga historia de estereotipos y prejuicios sobre el rol que deben cumplir los hombres y las mujeres en la sociedad.
Un experimento realizado en Noruega en los años 70, por el Consejo de Familia y el Instituto de Sociología de la Universidad de Oslo, sobre la distribución conyugal del trabajo doméstico y en el que participaron 25 familias, dio tempranamente luces sobre el peso de estos prejuicios. El experimento proponía que tanto el esposo como la esposa pasaran la mitad del tiempo en el hogar y la otra mitad en actividades laborales fuera de casa. La única condición es que el tiempo dedicado a ambas labores fuera igual para cada uno, pues también se observaba una marcada desigualdad en la responsabilidad de las labores del hogar, que principalmente recaía en las mujeres.
El experimento se halló, entre otros, con los perjuicios de los empleadores. Para muchos no era comprensible la idea de que hombres bien formados académicamente y con trayectoria laboral, decidieran quedarse en casa medio tiempo para hacer tareas del hogar y cuidar los niños, y menos si tenía una mujer (su esposa) que, a juicio de los patrones, podría hacerlo mejor.
Las mujeres también enfrentaron prejuicios: muchos las tildaron de “egoístas” por haber permitido que la carrera de su esposo se viera “perjudicada” por ellas llevar una vida más cómoda.
Por su parte, a los niños, desprovistos de los perjuicios de los adultos, no les extrañó en lo más mínimo que fuera el hombre quien hiciera de “niñera”, limpiara la casa, cocinara, ayudara con las labores escolares o tuviera que sacar el perro. De hecho reportaron sentirse más felices al poder pasar más tiempo con sus padres.
No más estigma
El que un hombre, ante el éxito de su compañera o la falta de oportunidades laborales prefiera quedarse en casa tiene que dejar de ser un estigma, pues no solo son subvalorados, cuestionados, sino que muchas veces se les llega a tachar de sinvergüenzas, mantenidos y hasta vividores inescrupulosos.
El trabajo doméstico de ama o amo de casa tiene que ser valorado. Se trata de un trabajo en verdad extenuante y siempre minusvalorado, así lo desempeñe una mujer o un hombre.
El padre puede dejar de ser visto únicamente como proveedor económico y convertirse en proveedor afectivo en conjunto con su esposa.
Se necesitan más hombres en casa
En Colombia, seis de cada 10 mujeres están dedicadas a oficios del hogar, según cifras gubernamentales de finales de 2021. La tasa de ocupación de las mujeres fue del 41,9%, lejos del 66,5% de los hombres. Para 2022 el país tuvo un aumento de 1,3 millones de mujeres ocupadas, frente a 875 mil hombres.
Es cierto que la mujer hace rato que ocupa un lugar en el mercado laboral, pero esa inserción no ha sido acompañada de manera equitativa por la incorporación del hombre a las tareas del hogar.
Fecha de publicación 07/08/2022
Última modificación 08/08/2022